SÍNDROMES DE SENSIBILIDAD CENTRAL Y OMEGA-3


SINDEl Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple, el Síndrome de Fatiga Crónica, la Fibromialgia y el Síndrome de Electrohipersensibilidad, son enfermedades emergentes cada vez más frecuentes. Se relacionan, en menor o mayor medida, con el medio ambiente, considerándoselas por consiguiente, enfermedades ambientales. Afectan a distintos aparatos y sistemas del cuerpo humano, generando una gran variedad de síntomas y erigiéndose como enfermedades multisistémicas.

Aunque cada una de estas enfermedades tiene una sintomatología que le es propia, muchos de estos síntomas son compartidos entre ellas, incluso se dan casos en que se padece más de una de estas enfermedades al mismo tiempo. Esto hace que a veces no exista una frontera nítida entre ellas, lo cual dificulta su diagnóstico. Por otro lado, tampoco existe una única causa o proceso de generación de estas patologías, sino que tiene carácter multifactorial. Es decir, la constitución genética de cada persona, su estilo de vida y hábitos de salud, costumbres alimentarias, su tipo de trabajo, y especialmente el tipo de exposición a los diferentes tóxicos ambientales, químicos o electromagnéticos, así como su duración y zona de impacto, incluso su carga emocional, son distintas variables que configurarán los síntomas y la gravedad en cada caso. No obstante esta variabilidad, se han observado mecanismos fisiopatogénicos comunes que muchos autores han venido a llamar Síndrome de Sensibilización Central (SSC), con una base mayormente neurológica y endocrina, razón por la que también se les considera síndromes neuroendocrinos, aunque para ser más rigurosos, deberíamos hablar de síndromes psiconeuroinmunoendocrinos.

 Esta base fisiopatogénica común es hacia dónde deberían dirigirse el grueso de los recursos terapéuticos, porque de no hacerlo así, y tratar –tapando- solamente los numerosos síntomas que pueden aparecer mediante la acción de varios fármacos con distintos e importantes efectos secundarios, puede provocar el empeoramiento de un terreno ya de por sí suficientemente deteriorado. Debe tenerse muy presente que al tratarse de enfermedades multistémicas, cualquier alteración en una parte del organismo, incide en menor o mayor medida en otros sistemas o en el estado general. Por ello se hace imprescindible que cualquier remedio que se utilice, aporte beneficios netos sin añadir más alteraciones.

 El investigador norteamericano Martin Pall ha estudiado largamente estas enfermedades. Afirma que tienen unos mecanismos bioquímicos comunes que pueden explicar la complejidad de sus síntomas, aparición y desarrollo, basándose sobre todo en el llamado ciclo óxido nítrico y peroxinitrito. Asegura también, que estas enfermedades comienzan con el impacto biológico y emocional de diferentes factores estresantes –desde el estrés psicológico a la inhalación de tóxicos ambientales, pasando por el exceso de radiación electromagnética o infecciones virales-, que directa o indirectamente acaban incidiendo en algunos de los procesos bioquímicos que explican que la interferencia en uno de sus procesos incide sobre otro, que a su vez incide sobre otro, y así sucesivamente, iniciándose un ciclo patológico que puede manifestarse de múltiples formas y evidenciando una alta hipersensibilidad. Añade Martin Pall, que en el inicio de este ciclo patológico se encuentra el aumento de la presencia de citoquinas proinflamatorias, unas proteínas mediadoras de nuestro sistema inmunitario, y la aparición del estrés oxidativo, como factores iniciales de este ciclo nocivo.

 Pues bien, aunque apenas se han realizado investigaciones específicas en relación a este tipo de enfermedades, existen indicios claros de que los ácidos grasos poliinsaturados omega-3 pueden aportar un beneficio significativo, dadas las propiedades que ha demostrado tener este nutriente esencial en innumerables investigaciones científicas, ya que se acercan muchísimo a las requeridas por las premisas antes mencionadas, como poseer carácter multisistémico, capacidad para actuar a nivel psiconeuroimnunoendocrino, inhibir el aumento de citoquinas proinflamatorias, tener capacidad antioxidante, y por último, carecer prácticamente de efectos secundarios, evitando empeorar el maltratado terreno orgánico del enfermo.

 En la Sensibilidad Química Múltiple se observa entre otros aspectos, la existencia de procesos inflamatorios, tanto locales como neurogénicos, así como la liberación de citoquinas inflamatorias en las mucosas, ejerciendo una acción sobre la actividad del sistema nervioso central. Pero los niveles elevados de citoquinas inflamatorias se han observado también en numerosas y distintas enfermedades, como la enfermedad coronaria, la depresión mayor, la artritis o el cáncer, según se demostró entre otras investigaciones, en un estudio llevado a cabo en Washington en el año 2002, en el que se demostró además, que los Omega-3 tienen una potente capacidad aniinflamatoria e inmunomoduladora capaz de mejorar estas enfermedades. Hay que precisar no obstante, que suele darse una situación proinflamatoria permanente en este tipo de enfermos, promovida por un exceso de Omega-6 combinado con un déficit de Omega-3, típico de las dietas occidentales, lo que evidencia la necesidad de modificar la dieta de estos enfermos, con la finalidad de corregir este desequilibrio fundamental.

 Dentro de la complejidad etiológica y controversias que comporta una enfermedad como la fibromialgia, está la de considerar su carácter reumático, lo que nos lleva a compartir algunos elementos con otras patologías afines como la artritis reumatoide. Pues bien, se ha comprobado mediante diferentes investigaciones y prestigiosos doctores de todo el mundo, el beneficio de los Omega-3 en la artritis reumatoide, recomendando su utilización combinada con medicamentos. En este contexto, dentro de un estudio realizado en Toronto con pacientes con dolor neuropático, en los que se incluía una persona con fibromialgia, se les administró Omega-3. El resultado fue que todos los participantes obtuvieron una reducción del dolor clínicamente significativa que les duró un año y medio después del tratamiento, no observándose efectos adversos.

 En cuanto a la Fatiga Crónica, se realizó un estudio con 22 personas que sufrían esta enfermedad, a las que se les analizó los niveles de omega-3 en su plasma sanguíneo. Comprobaron que sus niveles eran más bajos que las personas no enfermas. También observaron que el balance entre omega-3 y omega-6 era deficitario, con exceso de ácido araquidónico, que es inflamatorio, y de ácidos grasos saturados. Comprobaron que estos niveles se correlacionaban con la severidad de la fatiga crónica, y con una insuficiente activación de las células T del sistema inmunitario, que son las responsables de coordinar la respuesta inmune celular, de tal forma, que los investigadores sugirieron que estos enfermos pueden responder favorablemente al tratamiento con Omega-3.

 Muchos paciente diagnosticados con alguna de estas enfermedades, refieren antes o durante la aparición de éstas, problemas como estrés, ansiedad o depresión. Esto hace que muchas veces, y especialmente en la Fibromialgia o la Fatiga Crónica, los médicos piensen que se trata de problemas puramente psicosomáticos, pero lo cierto es que estos trastornos emocionales muchas veces forman parte de un estado prepatológico de la persona, que puede tanto favorecer la aparición gradual de los demás síntomas físicos, como agravarlos. Pues bien, los Omega-3 tienen un efecto directo sobre el sistema nervioso, ya que forman parte de la estructura cerebral y de las membranas de las neuronas, modulando la permeabilidad de las mismas y permitiendo un buen funcionamiento de los neurotransmisores. Por ello, no es de extrañar que el consumo diario de Omega-3 esté recomendado por la Asociación Psiquiátrica Americana para prevenir y tratar, especialmente, la depresión, compañera muchas veces inseparable de las personas con enfermedades de sensibilidad central.

 José María Guillén Lladó (Licenciado en Psicología, postgraduado en Psicopatología Clínica y diplomado en Naturopatía)

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Electrosensibilidad (y II)


¿Cómo se trata la electrosensibilidad?

No se dispone aún de ningún tratamiento específico para la hipersensibilidad electromagnética al no conocerse totalmente las bases fisiopatológicas de este síndrome.

El método más efectivo para mejorar la calidad de vida de los afectados consiste en evitar o reducir al máximo la exposición a cada fuentes de radiación electromagnética. Para ello puede resultar de gran ayuda solicitar los servicios de un profesional independiente que nos examine detalladamente los lugares donde dormimos, ya que es cuando nuestro cuerpo está en reposo y es más vulnerable porque se segregan una serie de sustancias vitales (melatonina) para el correcto funcionamiento del organismo que se ven alteradas si estamos sometidos a campos electromagneticos. Asi mismo conviene que se revisen por completo el resto de lugares de permanencia habituales dentro de casa, y en el trabajo.

Los alimentos ricos en melatonina como las nueces, avena, arroz integral; y en triptófano (aminoácido precursor de la hormona anterior) como los plátanos, pipas de calabaza, alga espirulina, pollo o pavo, pueden ayudar a las personas sanas a prevenir los efectos nocivos de las radiofrecuencias y a los afectados de electrosensibilidad a recuperar el equilibrio perdido. De igual manera, los alimentos ricos en acidos grasos omega-3 como el aceite de lino, de pescado azul (siempre que esté libre de metales), o de krill; y en compuestos azufrados como el ajo, o el requesón pueden mejorarnos la circulación sanguinea y ayudar a disminuir los dolores de cabeza, problemas de hipertensión y/o pequeñas arritmias asociadas.

Las plantas adaptógenas pueden ayudarnos a elevar nuestro sistema inmunitario y combatir la fatiga. El reishi, por ejemplo, es un hongo muy apreciado en oriente por sus potentes efectos antitumorales, inmunomoduladores y hepatoprotectores.

Hay que asegurarse de que no existen carencias nutricionales en la dieta. Para ello conviene suplementarla con uno o varios alimentos que sean ricos en vitaminas, minerales y oligoelementos, y especialmente en el complejo de las vitaminas B (mejoran la memoria, concentración y agilidad mental). Es el caso de las semillas de chía hispánica, bayas de Goji, o cualquier producto de las abejas (miel, polen, jalea real o propóleo).

Para descargarnos de las radiaciones electromagnéticas que hemos ido acumulando en nuestro cuerpo, podemos acudir a terapias de biorresonancia (moraterapia o quantum-SCIO) y repetirlas si fuese necesario o mientras que no consigamos alejarnos de las fuentes que nos irradian en nuestro entorno.

Los metales pesados (mercurio, plomo, cadmio…) que se pueden acumular a lo largo de los años en nuestro cuerpo y que suelen proceder de alimentos contaminados, de las amalgamas que tengamos en la boca, de tuberías antiguas que transporten el agua que bebemos a diario, etc. y que pueden agravarnos la sensibilidad a las radiaciones si no se eliminan a tiempo (baste recordar que los metales son muy buenos conductores de la electricidad). Para limpiar nuestro organismo de estos productos tóxicos va muy bien el alga chlorella, así como el ajo y el cilantro.

La desintoxicación del organismo debe acompañarse de varias limpiezas consecutivas de cálculos en la vesícula biliar y el hígado, para evitar que sigan obstruyendo los conductos hepato-biliares, y con ello dificultando el resto de procesos regenerativos. Para ello se puede seguir el método descrito por Andreas Moritz en su libro: Limpieza hepática y de la vesícula.

Algunas recomendaciones para personas electrosensibles

  • Examinar exhaustivamente con ayuda de un especialista las fuentes de radiación de los entornos doméstico y laboral a los que podemos estar expuestos habitualmente: campos eléctricos, magnéticos, radiofrecuencias, microondas, electricidad estática, geopatías y radiactividad, entre otros.
  • Imprescindible sustituir los teléfonos inalámbricos de sobremesa (DECT) por otros con el distintivo ecológico. Por ejemplo, el modelo AS200 de Siemens que cuesta unos 25 euros y no emite ninguna radiación cuando está en la base (para ello hay que activar los modos ECO y ECO+ a través del menú de opciones del teléfono). Una alternativa mejor aún, son los teléfonos fijos alámbricos.
  • Limitar el uso del teléfono móvil. Tratar de no usarlo dentro de estructuras metálicas y/o en movimiento (coches, autobuses, trenes, ascensores, etc.) asi como en lugares con poca cobertura porque el móvil emite con más fuerza. Mantener el terminal lo más alejado como sea posible de la cabeza y del cuerpo utilizando para ello el altavoz (manos libres).
  • Sustituir las redes WiFi por cables (ethernet).
  • Cambiar los antiguos monitores para ordenador de tubo de rayos catodicos por pantallas planas (LED o LCD/TFT).
  • Los flexos con bombillas halógenas suelen llevar adosados a su base un transformador que emite campos magnéticos muy intensos. Los tubos fluorescentes también, asi como las bombillas de bajo consumo cuando están a poca distancia de nuestro cuerpo. Conviene sustituirlos por bombillas de tipo incandescente, o por halógenas sin transformador, o por diodos LED.
  • Ventilar el interior de las viviendas al menos 15 minutos cada día y/o instalar aparatos generadores de iones negativos para mejorar la calidad del aire y reducir la carga electroestática.
  • Cambiar la ropa sintética (favorece la electricidad estática) por tejidos de origen natural.
  • Aumentar la ingesta de productos frescos (frutas, verduras, hortalizas…) preferentemente de cultivo ecológico, y tratar de evitar las frituras, los productos industriales, refinados y/o adulterados, asi como los cocinados con horno microondas.
  • ¡Ojo con los vigila bebés!. Su misión es la de alertarnos de posibles problemas, pero también están emitiendo continuamente radiaciones electromagnéticas. Nuestros recien nacidos tienen una fisiología aún extremadamente débil como para poder soportar un clima eléctricamente hostíl.
  • Caminar descalzo (o con suelas de cuero) sobre césped, arena o baldosa, para descargarse gradualmente de la electricidad estática acumulada…

Además de todo esto, hay que denunciar, manifestarse, recoger firmas y exigir ya a nuestros políticos el reconocimiento por ley del potencial riesgo sanitario de los campos electromagnéticos. Las nuevas leyes deberían tener en cuenta los sectores más susceptibles de la población, como los niños, los ancianos y los enfermos asi como estar en consonancia con los estudios científicos más actuales. Dichos estudios recomiendan adoptar límites de exposición en función de los efectos que puedan tener las radiaciones sobre las personas a medio y largo plazo. Hay que tomar ejemplo de países como Italia, Suiza, Polonia, Rusia o China donde sus gobernantes en base al principio de precaución y al sentido común, han promulgado valores máximos de exposición miles de veces más bajos que en España.

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Electrosensibilidad (I)


¿Qué es?

La electrosensibilidad forma parte de las nuevas enfermedades surgidas en el seno de las sociedades desarrolladas. Se trata de una enfermedad notoria recurrente provocada por la exposición a campos electromagnéticos. Ser eléctricamente sensible significa poseer un conjunto de síntomas (dolor de cabeza, cansancio crónico, dificultad para dormir…) que se activan o se intensifican al encontrarse cerca de aparatos eléctricos, transformadores, antenas de telefonía móvil y/u otras fuentes de radiaciones. Sin embargo, la persona afectada no aparenta tener problema alguno mientras no se exponga a los campos eléctricos. Toda enfermedad recurrente que sea producida por radiaciones, y que disminuya o desaparezca cuando uno se aleja de la fuente que los genera, constituye un caso de sensibilidad electromagnética.

EltambiénllamadoSíndrome de las Microondas afecta sobretodo a personas con el sistema inmunitario debilitado, o en fase de desarrollo (ancianos, enfermos, niños…) aunque cualquier persona con buen estado de salud puede llegar a padecerla si su exposición a las radiaciones se hace intensa y prolongada. Cursa con síntomas de insomnio, cansancio o irritabilidad. No es mortal, aunque puede acabar degenerando en enfermedades como elcáncer así como provocar diversos trastornos neurológicos en caso de no reducirse la exposición.

De igual forma que la Sensibilidad Química Múltiple puede hacer que una persona se haga muy sensible a dosis muy pequeñas de productos químicos, los afectados por hipersensibilidad electromagnética pueden hacerse sensibles a niveles de radiaciones que normalmente, para el público en general, pasarían desapercibidos. Por otra parte, la mayoria de las personas intoxicadas por productos químicos (insecticidas, pesticidas, metales pesados, dioxinas, etc.) padecen de electrohipersensibilidad sin saberlo.

Hoy se sabe con certeza que los campos electromagnéticos interfieren en el funcionamiento de nuestro organismo y de todos los seres vivos. Numerosos estudios científicos lo demuestran. Por ejemplo, la alteración del ciclo de producción de la hormonamelatonina, que regula el sistema inmunitario y hormonal (estudios del profesor José Luís Bardasano, Director del Departamento de Especialidades Médicas de la madrileña Universidad de Alcalá de Henares) o de daños en el ADN que trasporta la información genética de las células (informe REFLEX, participado por investigadores de más de 12 países europeos y financiado por la UE con más de 3 millones de euros).

Las personas sensibles a las radiaciones presentan síntomas característicos:

  • Cefalea
  • Insomnio
  • Cansancio crónico
  • Irritabilidad
  • Alteraciones en la piel, incluido picor, quemazón
  • Infecciones recurrentes
  • Dificultad para concentrarse
  • Pérdida de memoria a corto plazo
  • Tristeza sin motivo aparente
  • Alteraciones cardiacas, mala circulación sanguinea
  • Desorientación
  • Congestión nasal
  • Disminución de la libido
  • Trastornos del tiroides
  • Escozor de ojos
  • Acúfenos
  • Ganas de orinar frecuentemente
  • Nerviosismo
  • Devilidad capilar
  • Manos y pies fríos
  • Rigidez muscular

Según las últimas estimaciones para las sociedades modernas la población electrosensible oscila ya entre el 3 y el 5%, lo que eleva a unos 13 millones el número de europeos que sufren este mal. En Suecia, primer país que aceptó la electrosensibilidad como causa de baja laboral (invalidez física), la cifra de afectados se eleva a 290.000.

Las personas que padecen hipersensibilidad a los campos electromagnéticos ven mermada enormemente su calidad de vida no sólo por sus síntomas físicos sino también por los profundos cambios emocionales que suele llevar aparejados. A esto último hay que añadir una serie de inconvenientes: por un lado, la dificultad de su diagnóstico (de tipo clínico, aunque la mayoría de los médicos no la identifican aún en su consulta porque en nuestro país todavía no está tipificada) hace que a la persona que empieza a padecer el conjunto de síntomas se la derive de especialista en especialista. Estos errores de diagnóstico, con frecuencia agravan el síndrome, pues hacen que el sujeto permanezca expuesto largos años al agente causal y retardan el tratamiento correcto. Por otro lado, las personas con este problema comienzan a recibir la exclusión social, empezando por los familiares, amigos y después en su trabajo. Se les califica de alarmistas, vagos, hipocondríacos, inadaptados sociales… cuando en realidad lo que están padeciendo es una enfermedad orgánica descrita por la Organización Mundial de la Salud.

Cada vez se hace más evidente que a las personas que ostentan el poder no les interesa el reconocimiento de las enfermedades que van en contra de los intereses de mercado y/o traen consigo claras responsabilidades legales (para las empresas de las telecomunicaciones y eléctricas), o que no son suficientemente fáciles y rentables (para la gran industria farmacéutica).

Todo ello a pesar de que el Parlamento Europeo a través de sus recientes resoluciones de 2 de abril de 2009 y de 27 de Mayo de 2011, ha solicitado a todos los estados miembros que sigan el ejemplo de Suecia y reconozcan la electrohipersensibilidad a fin de proporcionar una protección adecuada y garantizar la igualdad de oportunidades entre quienes la padecen.

El pasado 23 de mayo de 2011 Minerva Palomar se convertía en la primera trabajadora en Españaa la que un juez ha concedido “la incapacidad laboral permanente y absoluta” por hipersensibilidad electromagnética y ambiental, dotándola con una pensión equivalente al cien por cien de su sueldo.

Como evidencia de lo que las actuales leyes que regulan los niveles de exposición a radiofrecuencias por una parte y los medios de comunicación por otra nos ocultan basta con leer lostestimonios directos de las personas afectadas de hipersensibilidad a los campos electromagnéticos, radiofrecuencias y microondas.

Para evitar llegar a estos extremos es conveniente prevenir, y para ello (y mientras que las autoridades no lo hagan) es conveniente identificar y reducir al máximo nuestra exposición en los entornos doméstico y laboral, con el fin acercarnos al objetivo de vivir en lugares libres de contaminación electromagnética (zonas blancas).

¿Que causa la electrosensibilidad?

Actualmente los focos más recurrentes de contaminación radioeléctrica son las antenas de telefonía móvil, a la par que los teléfonos inalámbricos (DECT) y los routers WIFI instalados en el interior de las viviendas. Todos ellos emiten microondas de manera permanente (24 horas/día y 7 días/semana) en los lugares donde se instalan. Los teléfonos móviles, a diferencia de los anteriores, sólo nos pueden exponer aniveles de emisión altos durante el establecimiento de las llamadas y el tiempo de duración de la conversación.

Últimamente, les ha dado a nuestros alcaldes por ser “modernos” y colocarnos conexiones a internet inalámbricas gratuitas para todo el barrio. En el entorno WiMAX (similar al WiFi pero con un mayor alcance) que preparan para nosotros la contaminación electromagnética es constante, omnipresente e invisible. En la ciudad de Madrid por ejemplo, los distritos de La Latina, Chueca y Gran Vía ya la tienen, además los kioskos y autobuses municipales, que se unen a los ya existentes puntos de acceso gratuito en centros culturales, deportivos y de ocio.

Ante la actual oposición generalizada de las comunidades de vecinos a instalar antenas de telefonía móvil en sus tejados, las operadoras de telecomunicaciones están buscado nuevas opciones. Una de ellas son las picoantenas. Son pequeñas y están situadas en las fachadas a la altura de la calle, a veces camufladas dentro de los rotulos luminosos de locales comerciales, que les alquilan el espacio, o mimetizadas en las paredes. Son las mismas que ya se han instalado en algunas estaciones de metro para tener cobertura tambien bajo tierra.

Otra configuración son las femtoceldas, que con la forma y el tamaño de un router se instalan en el interior de las viviendas, oficinas, etc. En su publicidad se identifican como ADSL con tarifa plana para teléfonos móviles, entre otros.

Con la excusa del ahorro de costes en la tarifa eléctrica tenemos un nuevo elemento: los contadores inteligentes de la luz (también conocidos como smart-meters). Con ellos las compañías eléctricas van a proceder a la sustitución progresiva de los antiguos contadores. Los chivatos electrónicos tienen capacidad de telegestión (permiten la lectura a distancia de su consumo) pero para ello necesitan emitir radiaciones similares a las de la telefonía móvil, de manera intermitente. También los contadores del agua o el gas podrían ser objeto de su sustitución, multiplicando la contaminación electromagnética de los lugares que los instalan.

En bajas frecuencias, las radiaciones no ionizantes con mayor riesgo potencial provienen de los centros de transformación, lassubestaciones y los cables eléctricos de media/alta tensión, tanto aéreos como soterrados, o los que pasan pegados a las fachadas de los edificios a la altura de los primeros pisos. Si las líneas eléctricas no se apantallan con materiales de alta permeabilidad magnética (y casi nunca se hace debido a su elevado coste) o se alejan una distancia prudencial de las viviendas, se corre el riesgo de estar expuestos a niveles de campos magnéticos elevados. Con el simple soterramiento de los cables del transporte y distribución eléctrica se pueden frenar los campos eléctricos, pero en ningún caso se consigen evitar los potencialmente peligrosos campos magnéticos.

Cualquier aparato o equipo doméstico que esté en funcionamiento (como el televisor, ordenador, vitrocerámica, secador, etc.) suele provocar campos elevados, que por su cercanía al usuario pueden atraer riesgos si la exposición es prolongada. Sin embargo, estos últimos se podrían desenchufar para ver desaparecer sus efectos por completo.

En ocasiones, vemos como personas que siempre han gozado de un buen estado de salud pueden llegar a enfermar por fuentes generadoras de campos electromagnéticos tales como aparatos eléctricos (radio-reloj, cadena de música, etc.) que se encuentren muy cerca de la cama. De igual forma, podremos ver que un niño que sufre de nerviosismo, insomnio y dolores de cabeza, es capaz de dormir y estar calmado, después de corregir los problemas existentes con el cableado eléctrico de las paredes de su dormitorio. Los efectos de las radiaciones son acumulativos y se pueden ver agravados si además tenemos nuestra cama situada encima de una corriente de agua subterránea, una falla geológica o un cruce de líneas de la red de Hartmann-Curry (anomalías en el campo magnético terrestre). A veces tienen que pasar años hasta aparece alguno de los síntomas mencionados. En los casos antes citados, al alejar las fuentes que producían campos electromagnéticos, al corregir el cableado eléctrico que pasa entre las paredes o al cambiar de habitación, se devolvió la salud o produjo mejoras sustanciales en la salud. ¿Eran estas personas eléctricamente sensibles? Si las fuentes generadoras de radiación no hubieran sido identificadas y no se hubiera reducido su exposición, estas personas podrían haber llegado a desarrollar una intolerancia a los campos electromagnéticos más severa y permanente.

Existen varios grados de hipersensibilidad electromagnética, del mismo modo que ocurre con la sensibilidad química. Aquellas formas susceptibles de ser revertidas, son formas suaves de hipersensibilidad eléctrica. Cuando se ha permanecido expuesto por largo tiempo, la persona se hace muy sensible a las frecuencias iniciales (por ejemplo, de las antenas de telefonía). Posteriormente y a medida que avanza el síndrome la persona se va haciendo sensible también a otras fuentes emisoras de radiación electromagnética (como por ejemplo de los router wifi, o los tubos fluorescentes). El hecho de que se experimente el síndrome de las microondas, aunque sea sólo una vez, debería considerarse como una señal de aviso que nos manda el cuerpo de que podría existir cierto grado de susceptibilidad crónica.

La electrohipersensibilidad (también conocida como EHS por sus siglas) puede convertirse en el eslabón perdido que explique patologías tan dispares como la fatiga crónica, fibromialgia, enfermedades cardiovasculares, ciertos tipos de cancer, depresión, alzheimer, Parkinson, enfermedades autoinmunes (lupus, artritis reumatoide, enfermedad de Chron, psoriasis, esclerosis múltiple), diabetes, candidiasis y muchos otros problemas recurrentes de salud para los cuales las personas no encuentran respuesta ni alivio permanente por parte de la medicina alopática.

La electrosensibilidad, la plaga del siglo XXI


El origen de la electrosensibilidad parece ser la exposición crónica y habitual a campos electromagnéticos de alta o baja frecuencia.

Basta escuchar a los médicos que firman el Llamamiento de Friburgo, entre otros muchos, para darse cuenta de la proliferación de muchas dolencias ligadas a la electrosensibilidad, como comprobamos cada día en nuestra pràctica profesional en la Bioconstrucción, al tener que realizar el blindaje electromagnético de muchas viviendas para ayudar a sobrevivir a los afectados.

El llamado Síndrome de Electrosensibilidad (SE) ha sido definido por los expertos de la Unión Europea (1997) como una Hipersensibilidad a los Campos Electromagnéticos (HCEM). Según estudios realizados en países del norte de Europa, las personas electrosensibles pueden representar entre el 20 y el 25% de la población, o sea, una de cada cuatro o cinco personas.

Desde 2002, en Suecia se reconoce la electrosensibilidad como causa de incapacidad laboral (invalidez física), según verifica el Dr. Olle Johansson (Departamento de Neurociencias, Instituto Karolinska, Stockholm), y amenaza en convertirse en la plaga del siglo XXI.

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Esta proliferación inalámbrica afecta a todos los seres vivos, y se ha observado que hormigas, murciélagos, ratas e incluso el ganado son afectados por las radiaciones electromagnéticas. Recientemente, un estudio británico informa de la muerte de más de diez millones de pájaros en el entorno de las antenas de telefonía móvil.

Esta exposición radioeléctrica es involuntaria, indeseada e inadvertida, permanente y además indiscriminada, pues en grados diferentes afecta en la práctica al 100% de la población.

EFECTOS SANITARIOS DE LA CONTAMINACIÓN ELECTROMAGNÉTICA (CEM)

Se pueden producir efectos neurológicos a corto y medio plazo: insomnio, somnolencia matinal, estrés, angustia, ansiedad, pérdida de memoria, cefaleas, mareos, vértigo, fatiga crónica, atonía, desinterés, depresión, etc.

A largo plazo, pueden aparecer otros efectos biológicos, como patologías cardiovasculares, reumáticas y respiratorias. Algunos investigadores establecen relación causa-efecto con patologías degenerativas como Alzheimer, Parkinson, esclerosis, leucemia y cáncer (OMS).

La electrosensibilidad se relaciona con la permanencia en las cercanías de fuentes eléctricas artificiales, como líneas de alta tensión, transformadores, motores, antenas de telefonía, teléfonos móviles e inalámbricos, iluminación fluorescente, alarmas, ordenadores, electrodomésticos, máquinas, herramientas y redes eléctricas domésticas, principalmente.

Hasta ahora, la dificultad de los médicos para diagnosticar el síndrome de la electrosensibilidad hace que en España estos pacientes sean derivados al psiquiatra, cuando se trata de una enfermedad orgànica que afecta a un sector creciente de la población. Este error de diagnóstico, con frecuencia agrava el cuadro sintomático, pues el sujeto permanece expuesto largos años al agente causal, se retarda el tratamiento correcto y mientras tanto se le trata inadecuadamente con ansiolíticos y/o tranquilizantes.

Por otro lado, el afectado sufre rechazo familiar, social y laboral y se le acusa de alarmista, vago, quejoso o inadaptado laboral o socialmente.

Una de las pocas cosas que pueden hacer las personas afectadas es apagar los aparatos eléctricos de su vivienda (no con el mando), no tener inalámbricos DECT o similar (emiten de forma parecida a una antena de telefonía móvil pero dentro de casa) y utilizar el teléfono móvil con menor frecuencia.

Ante todo esto, hay que exigir urgentemente a nuestros gobernantes el reconocimiento por ley del potencial riesgo sanitario de los campos electromagnéticos, también la aplicación generalizada del principio de precaución y la redacción de un reglamento de prevención CEM, siguiendo el ejemplo de Suecia, Suiza, Italia, Rusia y otros países.

La segunda exigencia debe ser el recono-cimiento médico de la electrosensibilidad como una enfermedad orgánica que puede afectar ya al 20% de la población, y el establecimiento de un protocolo médico de diagnóstico, tratamiento y prevención.

La tercera exigencia es el establecimiento de zonas CEM cero, libres de electropolución, donde esté prohibida toda emisión electromagnética, de alta o baja frecuencia, en particular prohibiendo el uso del teléfono inalámbrico y el móvil por los niños.

Usualmente está reconocido que es necesario proteger guarderías, colegios, asilos y hospitales, pero según la Domobiótica debemos añadir la exigencia urgente de proteger todos los dormitorios (melatonin risk).

Esta petición se ampara en los Derechos Fundamentales de la Constitución Española, como el rincipio de inviolabilidad del domicilio, y más aún del cuerpo humano y del cerebro, que deben declararse expresamente fuera del ámbito del espacio público radioeléctrico usado por las compañías.Es vital vivir en una casa sana, sin radiaciones ni materiales tóxicos, según la Bioconstrucción, porque todos somos sensibles a los factores ambientales, y potencialmente electrosensibles. Por lo tanto todos, hombres, mujeres y niños, estamos afectados en un grado u otro (Con información de la revista digital (La Eco).