Dolor, cansancio, pérdida de memoria… Por qué la fibromialgia no tiene cura

Considerada  durante décadas un problema de salud mental, esta enfermedad es una gran desconocida de la que todavía no se conocen las causas que la desencadenan

“Es terrible que nadie te crea. Que no aparezca nada en las radiografías, ni en las resonancias ni en las analíticas, y que te digan que ese dolordel que te quejas es psicológico. Por eso, para mí fue esencial poder ponerle nombre a mi enfermedad”. Mari Carmen tiene 57 años y, desde hace casi dos décadas, padece dolor crónico. Durante los primeros años, se sintió completamente incomprendida: le hicieron pruebas y más pruebas, pero todo lo achacaban al lumbago y a una columna desviada. No fue hasta su visita al reumatólogo que logró una respuesta, una explicación. «Me dijeron que tenía fibromialgia».

Hoy, hablar de fibromialgia no es una rareza y se considera una de las causas más frecuentes de dolor crónico. De hecho, se estima que afecta al 2,7% de la población mundial (el 2,4% en España); más frecuente en mujeres con una edad entre los 40 y 49 años. Pero, hasta 1991, la fibromialgia no fue considerada una enfermedad por la Organización Mundial de la Salud. Esos episodios, caracterizados por dolor corporal, cansancio, pérdida de la memoria, dificultad para la concentración y alteraciones del estado de ánimo, se consideraban tan inespecíficos, tan subjetivos, que rápidamente se derivaba a los pacientes que los sufrían a los servicios de salud mental.

Pese a que, en las últimas décadas, se ha ido profundizando en la investigación de esta enfermedad, aún sigue siendo una gran desconocida, como reconoce el doctor Manuel Romero, jefe de servicio de Reumatología del Hospital Quirónsalud Córdoba: “Todavía no conocemos qué es exactamente lo que causa esta enfermedad, pero la teoría más aceptada es la que indica que se produce un problema en el mecanismo de transmisión del dolor a nivel del sistema nervioso central. Este problema se conoce como fenómeno de sensibilización central. Los pacientes perciben de forma bastante dolorosa los estímulos que llegan del exterior, como el calor, el frío o la presión, y, además, la respuesta para controlar este dolor (el sistema analgésico del cuerpo) también es deficiente”. La sensibilización central es mucho más frecuente entre las mujeres; de hecho, se estima que el 90% de las personas que padecen fibromialgia son mujeres. Además de la predisposición genética o del sexo femenino, otros factores de riesgo son los antecedentes familiares, la presencia de dolores de cabeza o de columna habituales.

Antes de que la fibromialgia pasara a ser considerada una enfermedad y comenzara a ser tenida en cuenta, a menudo se identificaban sus síntomas con problemas depresivos. Y es cierto que el dolor crónico es muy complejo, que hay muchos factores que influyen en su percepción y que frecuentemente se establecen círculos viciosos en los que se entremezclan los planos físicos, emocionales y mentales, con pensamientos obsesivos, tensión muscular, ansiedad… Por eso es importante entender que se trata de una enfermedad multifactorial, en la que se conjugan factores psíquicos, medioambientales y orgánicos, así como experiencias traumáticas infantiles.

Una enfermedad que se esconde

Otro de los problemas tradicionalmente asociados a esta enfermedad es que no puede diagnosticarse o detectarse con ninguna prueba específica. No aparece en las radiografías, ni en los análisis ni en un escáner. Ha de ser un especialista el que valore los síntomas —que, como ya hemos dicho, engloban desde dolor generalizado y fatiga a rigidez articular, niebla mental, depresión y ansiedad— y realice a partir de ellos un diagnóstico diferencial.

Las investigaciones, no obstante, continúan, y los últimos avances ya están mostrando signos clínicos de esta enfermedad. Así, explica el doctor Romero, “se han detectado cambios en el ámbito de la transmisión del dolor desde los receptores periféricos en las articulaciones, músculos u otros órganos, hasta el cerebro. Estos cambios se producen como consecuencia de desequilibrios en la concentración de determinados neurotransmisores del sistema nervioso central”.

Mientras los investigadores prosiguen en su empeño de desentrañar los mecanismos de esta enfermedad, la idea es que el paciente sea capaz de sobrellevarla con calidad de vida. La guía ‘Aprendiendo a convivir con la fibromialgia, editada por la Sociedad Española de Reumatología, recoge de forma sencilla y asequible información sobre la enfermedad, el diagnóstico, el tratamiento y consejos sobre cómo actuar en el día a día. Esta guía, asegura el doctor Romero, «se basa en información fidedigna y contrastada, que ayuda al paciente a no dejarse llevar por mitos y comentarios sin base científica».

Porque, ciertamente, en torno a la fibromialgia abundan los mitos. Uno de los más habituales es el de que los pacientes no deberían realizar ejercicio; nada más lejos de la realidad: de hecho, hacer regularmente ejercicio aeróbico, como caminar, montar en bicicleta o nadar, ha resultado beneficioso para mejorar el dolor, la fatiga y la función física de estos pacientes. Eso sí, tanto el tipo de ejercicio como su intensidad deben individualizarse.

Sin cura, pero con tratamiento

Otra de las creencias que circulan es que la fibromialgia no tiene tratamiento. Es cierto que se trata de un síndrome de dolor crónico y que tiene causas diferentes en los distintos pacientes afectados, pero sí existen medicamentos aprobados que pueden ayudar a aliviar los síntomas. En los casos más graves, apunta el doctor Romero, «lo más recomendable es realizar un abordaje multidisciplinar e individualizado, que incluya tratamiento médico, psicoterapia y ejercicio físico supervisado, además de la cooperación de otros especialistas, como rehabilitadores, fisioterapeutas, psicólogos y psiquiatras».

Aun cuando haya tratamiento y el paciente pueda mejorar, es importante recordar que se trata de una enfermedad crónica, para la que aún no hay cura disponible y que se mantendrá de forma persistente a lo largo de la vida del paciente y que evolucionará por brotes. Estos brotes normalmente están relacionados con factores desencadenantes, como esfuerzos físicos, situaciones de estrés y cambios estacionales. Entre las recomendaciones de estilo de vida, los expertos aconsejan una dieta equilibrada —pobre en azúcares y grasas saturadas—, evitar el consumo de tóxicos como alcohol o tabaco, la práctica de ejercicio y, muy importante, intentar evitar las situaciones de estrés.

Finalmente, hay que recordar que el éxito de una evolución favorable en el tratamiento de la fibromialgia se encuentra en realizar un abordaje integral y personalizado de cada paciente.

 

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